
ENTENDIENDO EL SUEÑO INFANTIL
Los padres y madres estamos muy implicados en la alimentación de nuestros hijos, somos conscientes de que está relacionada con la salud de nuestros pequeños.
Lo que se nos escapa, a veces, es que en el mismo orden de importancia se encuentra el sueño.
Un niño, para que crezca sano, debe ser cuidado tanto en su alimentación como en sus horas de descanso, y este último, a veces, no sabemos gestionarlo.
Como regla general, según la OMS, un niño de unos 4 años, necesita una media de 11 horas de sueño de calidad. Esto es que debe dormir de manera ininterrumpida para cumplir de forma completa las fases que lo componen.
Un mal descanso implica dificultades en otras áreas de la vida, como puede ser atención, concentración, que pueden llegar a interferir en los resultados académicos.
Otras veces, los niños que están muy cansados se manifiestan con un alto grado de actividad, haciendo pensar a los padres que tienen determinadas patologías, como pudiera ser la hiperactividad.
Desde el punto de vista físico, un “mal dormir” continuo, puede incluso derivar en problemas cardiovasculares y metabólicos (diabetes infantil, obesidad, problemas de crecimiento…).
Es necesario que nos informemos de cómo debemos gestionar el sueño de nuestros niños y cómo podemos ayudarlos.
Dejamos que los niños se acuesten sólo cuando tienen sueño, que duerman pequeñas siestas a deshoras, que no duerman en su cama, sino, donde les pille. Los pasan de la cuna a la cama cuando el niño tiene ya suficiente conocimiento para darse cuenta del cambio y el proceso se hace más cuesta arriba.
Hay una gran desinformación en torno al sueño de los niños y además, y más grave, como nos coge en un momento en el que estamos cansados y los adultos queremos dormir, no nos encontramos con la fuerza suficiente para trabajar este campo tan importante y que deriva en tantas dificultades.
El sueño es un proceso biológico, pero a dormir bien, se aprende. Los adultos podemos ayudar a nuestros hijos a que duerman bien, y no es tan difícil, es cuestión de tener las ideas claras y saber cómo funcionar. Nosotros podemos enseñar a nuestros hijos desde que son muy pequeños a dormir, a través de rutinas marcadas y un poco de paciencia, igual, exactamente igual que cuando los enseñamos a comer con cubiertos o les enseñamos a escribir. Es cuestión de práctica, de querer hacerlo y por supuesto, de tener la información suficiente para poder actuar cuando el camino se hace pedregoso.
Sonia Esquinas para el IIS