El sueño, al igual que otras funciones del organismo (hormonas, metabolismo, etc.) está regulado por el llamado “reloj biológico”. Este es un centro neuronal situado en el hipotálamo cerebral cuya función es dar la señal al resto de las estructuras del cerebro para iniciar y para finalizar el sueño. De esta manera, el reloj biológico va ser quién establezca a qué hora aumente y a qué hora disminuya la propensidad para dormir. Al activarse, el reloj biológico envía una señal a la glándula pineal, situada junto al cerebro, para que ésta comience la producción de melatonina, y coordine la adaptación de las restantes funciones del organismo para comenzar el periodo de sueño.
Cuando el reloj biológico se activa, envía una señal a la glándula pineal, que se encuentra en el cerebro, para que empiece a general melatonina. Hormona encargada de adaptar las funciones del organismo para dar comienzo al periodo de sueño. El reloj biológico se orienta gracias a la información lumínica que recibimos a través de la retina del ojo. Así en condiciones normales, el reloj biológico se activa al acabar el día con la disminución de la luz del sol, produciendo un aumento de la somnolencia a últimas horas de la tarde. Con la llegada de la luz artificial, y más recientemente con las nuevas tecnologías (ordenadores, televisión, tablets, Smartphone, etc.) nuestra retina sigue expuesta a la luz por la noche, produciendo un retraso en la activación del reloj biológico.
En resumen: bajo condiciones naturales, los centros biológicos reguladores del sueño reciben la señal de activación al atardecer, y esto hace que sintamos sueño a esas horas, y se desactivan progresivamente al amanecer.
Pueden existir alteraciones del ritmo biológico regulador del sueño por motivos como:
Todas estas alteraciones pueden traer consecuencias en nuestra capacidad para quedarnos dormidos, mantener el sueño durante la noche o capacidad para mantenernos despiertos durante el día.
Frecuentemente el insomnio se debe a un mal funcionamiento de nuestro reloj biológico más que a causas psicológicas como es el estrés.
Para saber si la alteración de los ritmos circadianos es el culpable del insomnio de nuestro paciente, hay que diferenciar si existe dificultad o no para conciliar el sueño y mantenerlo a lo largo de la noche, de si el problema es que no ocurre a la hora que nos gustaría o nos parecería adecuado dormir. En este segundo caso es probable que nos encontremos ante un trastorno del ritmo de sueño.
Por ejemplo, algunas personas duermen bien entre las 6 y las 14 h, o entre las 19h de la tarde y las 2 de la mañana, pero no consiguen conciliar el sueño entre las 23h y las 7 de la mañana.
En algunos casos, pero de forma menos frecuente, el insomnio se presenta de manera periódica, es decir, de cada periodo de cinco semanas tienen insomnio solo dos de ellas.
Indicadores de que el problema de insomnio puede deberse principalmente a una disfunción del ritmo sueño-vigilia son:
Hay personas cuya dificultad reside en la capacidad para dormirse a las horas habituales (p.ej., a las 23h o 24h de la noche). A esa hora continúan completamente despiertos y activados, no consiguen dormirse aun sabiendo que al día siguiente tendrán que madrugar. Generalmente comienzan a sentir somnolencia ya entrados en la madrugada. Y en el momento que se duermen, lo hacen con profundidad, no despertándose en toda la noche más allá de lo que suele ser normal.
En el momento que suena la alarma, si tienen que madrugar les cuesta mucho esfuerzo, si es que consiguen hacerlo, realizando sus actividades habiendo descansado pocas horas, sintiéndose fatigados, cansados, somnolientos, y siendo más bajo su rendimiento durante la mañana.
A lo largo del día su cansancio va disminuyendo, encontrándose mejor por la noche. En estos pacientes es típico que los fines de semana traten de compensar el número insuficiente de horas dormidas durante la semana laboral durmiéndose de madrugada y despertándose al mediodía e incluso, por la tarde.
Durante las vacaciones, al no estar sometidos a la presión de los horarios laborales, se levantan tarde por la mañana, y al dormir un número suficiente de horas, sus síntomas de somnolencia y malestar desaparecen.
Lo característico de esta alteración es un sueño normal en duración y cantidad, pero apareciendo a una hora tardía. Es el llamado síndrome de retraso de fase del sueño. Existen variaciones en la gravedad de presentación de este retraso: Por ejemplo, conciliando el sueño tras 4 o 5 de la madrugada, retrasando la fase entre cinco o seis horas, frente a una severidad menor, un paciente que consigue conciliar el sueño a partir de la 1 de la madrugada, dándose sólo con una o dos horas de retraso.
Se trata de la situación contraria, es decir, el ciclo de sueño comienza precozmente, (finalizando de manera precoz también (por ejemplo, de 8 de la tarde a 4 de la mañana). La persona que padece éste trastorno comienza a sentir ligero cansancio por la tarde, que si realiza tareas monótonas o sedentarias se transforma en somnolencia. (leer, conducir…) Una vez se acuestan se duermen con rapidez, pero en la madrugada se despiertan completamente despejados, siendo incapaces de volver a conciliar el sueño. Suele ser la principal queja de estos pacientes.
El síndrome de avance de fase de sueño, suele darse en gente de mayor edad, al contrario del síndrome de retraso de fase, que se presenta en mayor número en pacientes jóvenes. Al existir un gen asociado, es común encontrarlos en más de un miembro de determinadas familias.
Se da cuando hay una fragmentación del ritmo de sueño completa, de forma que el sueño se presenta en episodios nunca de más largos de un par de horas de manera aleatoria a lo largo de la noche y del día.
Se da principalmente asociado a ciertas alteraciones neurológicas, pero hay que tener en cuenta que todo insomnio causado por causas psicofisiológicas, acaba teniendo una manifestación (en alguna medida) de ritmo de sueño irregular.
El jet-lag se da, cuando una persona es expuesta de forma súbita a un cambio de horario de 3 o más horas de diferencia. Al darse el cambio horario de manera repentina, el ritmo de sueño biológico se encuentra en desajuste con respecto al nuevo horario local.
Por ejemplo: entre EEUU y Europa hay 6 o más horas de diferencia, si un viajero toma un avión a las 19h de la tarde en Boston, (hora local) y aterriza en Madrid a las 9h de la mañana (hora local), a su llegada a Madrid su reloj interno marca las 3 de la madrugada, funcionando su organismo como si de esta hora se tratara, y ésta es la principal causa de que nos sintamos aturdidos o cansados cuando realizamos un viaje con más de 3h de diferencia horaria.
Es posible que sintamos bajo rendimiento y lentitud en el funcionamiento, incluso nos sintamos de fácil irritación y con molestias gastrointestinales.
Nuestro organismo va a precisar varios días para adaptarse a nuestro nuevo horario de forma gradual. Ésta velocidad de adaptación va a depender de factores como: sentido de la diferencia horaria, cuántas horas hay de diferencia entre destino y origen, edad y exposición a la luz.
El primer día el viajero se notará con mayor somnolencia a primeras horas de la tarde, y que durante la primera noche el sueño será seguramente fraccionado y con diversos despertares. La sensación al día siguiente será de sueño poco reparador. Según avancen los días habrá una tendencia a dormirse pronto y despertarse temprano, con lo que el desfase del reloj interno con la hora local se irá acortando a la velocidad de 1.5 h por cada día transcurrido.
Se suele dar mayor problema en las personas jóvenes cuando vuelan del oeste hacia el este (Washington a Madrid), debido a que, al tener un ciclo de sueño más largo, deberán comprimirlo en un día más corto. Dándose el fenómeno contrario en las personas mayores: para ellos será más difícil viajar del Este al Oeste (Madrid a Washington) ya que, al tener un ciclo de sueño corto, tienen que adaptarlo a un día más largo.
El Jet Lag no va a depender de la duración del viaje, sino del número de zonas horarias que se crucen. Es decir no habrá Jet Lag si volamos de Escandinavia a África del Sur, debido a que no habrá cambio en zonas horarias.
También hay que tener en cuenta que en los viajes del Oeste al Este (p. ej., América a Europa), además del Jet Lag, durante el primer día, estamos experimentando una deuda de sueño. Es muy probable que, durante los días previos al viaje, hayamos dormido menos de lo habitual. Por otro lado, el efecto de permanecer sentado en el avión durante tantas horas, la tensión asociada al viaje, el cambio en la comida, el no poder dormir (ruido e incomodidad) o el efecto del ambiente cerrado favorecen una sensación de cansancio y fatiga. Todos estos factores van a contribuir a aumentar el efecto del Jet Lag. La adaptación al desfase horario es más lenta que el ritmo que nos exige nuestra vida.